Igualmente “azarosa” resultó la historia del
Güitas para desaparecer.
Después de lo del dedo fue de viaje a su pueblo,
como él mismo y otros hacían de vez en vez. En su caso yo imaginaba que el
motivo era agarrar fuerza donde estaban sus recuerdos y se lo respetaba, para
continuar la vida de la ciudad y sus alrededores, en los que una persona podía
andar kilómetros sin que nada ni nadie lo reconociera, convertido en paisaje,
digamos.
Si bien él no acostumbraba a perderse en ese
anonimato, y salía muy poco de las dos docenas de manzanas en torno a su casa
en la San Miguel, que eran una especie de extensión de sus rumbos en Zacatecas.
Pero no había fábrica en la que hiciera huesos viejos y se incorporara de lleno
a las cofradías de los compañeros de trabajo. Para nosotros eso tenía la virtud
de ir dejando la semilla del descontento en muchos lados, cuyos frutos a ratos
recogíamos luego.
No nos dábamos cuenta de que a pesar de lo
seguido que hablábamos con él de cosas personales, fuera de Fidel, la Lombriz y
sus demás paisanos, lo entendíamos muy poco.
Se fue de paseo al pueblo, pues, y a los quince
días recibimos la noticia:
-Mató a dos.
Se intuía la violencia contenida en Guadalupe,
¿pero matar a alguien? ¿Dónde quedaba su esencial nobleza y el espíritu de
justicia que no nos inventábamos había en él? ¿Dónde? Precisamente en los
pormenores del suceso.
Corría el dinero fácil en el pueblo, cuando el
tráfico de drogas resultaba cuestión de niños comparado con el de después, pero
dejaba ya buenos dividendos. Eso hacía que todas las semanas hubiera juegos de
naipes con montes que daban para vivir por meses a una familia. Los organizaba
el par de narcos de la región.
Con ellos echó unas manos el Güitas. Al
terminar, hasta el último peso sobre la mesa estaba del lado de él. Los malos,
que lo eran de veras, sacaron las pistolas, y obligarlo a dejar la cosecha de
horas de batallar contra sus trucos, les dio ocasión para cobrarse lo que
realmente les dolía, y no el dinero, que podían reponer en un santiamén: el
orgullo sobajado. De modo que, a la vista de los que habían abarrotado la
cantina tras los rumores rápidamente esparcidos, se divirtieron de lo lindo
humillando al de la San Miguel.
Fiel a los mismos principios de cuando armaba
borlote en la fábrica, por un maltrato a su persona o a la de sus compañeros,
Guadalupe fue a su casa y tomó el rifle. Con la paciencia y el olfato del buen
cazador que había sido desde niño, se apostó en un árbol sobre el camino que
los tipos debían recorrer.
Nunca más, hasta hoy, volvimos a verlo. Que
estaba vivo se sabía por los chismes.
Quiera Dios así siga y lea esto.
Para morir iguales
sábado, 4 de junio de 2022
El Güitas
sábado, 7 de mayo de 2022
Kelley
Pasó el tiempo y encontré a Kelley en tierras semidesérticas inconcebibles para él, sin destino adonde dirigirse:
¿Cómo es su universo interno, con miles de días y noches acumulados? Imaginemos, por ejemplo, una mañana cuando tenía dos años de edad. Las paredes, el techo, el piso, todo en el modestísimo hogar de la familia huele a una tierra que, como cualquier otra, despide perfumes y tiene tonos y calidades sólo suyos. Las tres o cuatro sillas y la mesa de madera que hay allí, con las historias privadas que relatan sus cicatrices, están tan dentro de él como el padre, la madre, la media docena de hermanos y hermanas. Mira a la más pequeña que duerme, luego al triángulo de luz viscosa de la media mañana estirándose desde el hueco de la puerta abierta, al pie de la cual descubre una vara que lo hipnotiza.
Mientras cumple la decena de pasos que lo separan de ella, cae girando, remisa, en el aire, una hoja, el reflejo de la punta de un cuchillo estalla en sus ojos, la nariz se queja por un granillo de tierra, el rabillo del ojo descubre el reptar apurado de una araña, canta un mirlo, un mirlo y no un pájaro a secas, cuyo trino para el pequeño James no delata todavía a un ser concreto y es un trozo más de eso incomensurable de lo cual él también forma parte. Alcanza el cuadro de la puerta, se agacha para tomar la vara, que se escapa en una mano venida de la nada y que enseguida descubre a la muchacha en la cual se remata y su gesto socarrón, divertido con el efecto que produce en él, en el niño, quien continúa sus lecciones sobre el mundo en disputa. Ella se da la vuelta con un aire triunfal coronado por el vuelo de su cabello largo y castaño, que es un acto de encantamiento al cual por años quedará sometido él.
¿Dónde están ahora la hermana que duerme, la tierra, el triángulo de luz, el canto del mirlo, la vara, la cabellera que se agita? ¿Cómo andan dentro suyo el padre y la madre, la obligada mujer y los obligados hijos e hijas de sus treinta años de edad, sino murieron por hambre?jueves, 11 de marzo de 2021
Si hubiera diez Tixtlas...
-Si hubiera diez Tixtlas, México sería la gran utopía cumplida.
¿Porque pensé eso un domingo cuando los demás corrían e iba pasito a pasito, aquí sin registrar más que el empedrado y los cantos y allá hablando con un viejo como yo, que vendía helados sobre su bicicleta?
-¿Dónde vive? -le pregunté de tú a tú, tras alabarnos por nuestro buen estado, él deferentemente, que así ha de hacerse con un fuereño. Solo nosotros nos aplaudiríamos, claro, empeñados los otros en remontar los días de responsabilidades.
-¿Ve aquellos cerros? -dijo señalando al fondo que se alzaba entre cañadas. -Hasta mero arriba.
-¿Y sube bien?
-Ligerito cada mañana y tarde.
Hablaba en correcta castilla, sin transitar por su lengua madre, bien conservada según presumió con orgullo.
Como él, todos y todas en la pequeña ciudad cuyas mujeres parecían arrojadas y echaban a un lado ostentaciones inútiles por cuánto lo habían probado. ¿De qué manera?, quise saber mientras hurgaba en mis conocimientos librescos, que encontraron solo el pasado reciente, confirmado meses luego, al volver para verlas en la intimidad descubierta como reto ante un yo siempre silencioso, al modo de ahora, cuando me despedí de mi par y fui puro recreo de árboles y pájaros cuyo nombre desconocía, la laguna exterior y, antes que nada, rostros, andares, saludos, silencios significativos, trenzas, sombreros, huipiles, huaraches, aromas humanos.
Por algo aquí nació el padre de la real literatura mexicana, Ignacio Manuel Altamirano.
"Los indios en Tixtla eran descendientes de los pontífices de México y ellos mismos habían sido y seguían siendo teopixcatin, es decir los conservadores de los misterios antiguos; continuaron disfrutando de la veneración que les tributaban los pueblos comarcanos y ostentando toda la autoridad que les daba su carácter sagrado.
"Quizás en nuestro tiempo mismo, guardan todavía con el rigoroso secreto de las religiones proscritas algo de sus tradiciones hieráticas, en el fondo de sus prácticas cristianas que todavía no comprenden bien. Testigo de ello es la danza sagrada que aparece periódicamente durante ciertas fiestas católicas, la cual no se conserva en ninguna parte de la República y en que aparecen los teopixcatin aztecas, con el tipo, los colores, los paramentos, y las largas cabelleras de los viejos sacerdotes del templo mayor de México, bailando acompasadamente al son de un magnífico toponaxtle y entonando una especie de salmódia, cuyas palabras misteriosas y canto ronco y lúgubre acusan un origen anterior a la conquista.
"Los indios contemplan esta danza con un respeto religioso que no se cuidan de disimular y admiran la destreza singular con que uno de los juglares que acompañan a los sacerdotes juega con los piés y tendido boca arriba sobre una manta, un trozo de madera, de forma cilíndrica, lleno de geroglíficos y que se llama quautatlaxqui.
"Después de las fiestas, sacerdotes, juglares, toponaxtle y vestidos desaparecen, sin que nadie pueda averiguar quiénes formaron la danza, pues los danzantes se pintan de negro y se cubren con una máscara antigua. Ni los curas, ni las autoridades españolas, ni el tiempo, ni las leyes de Reforma han sido bastantes para hacer olvidar esta danza tradicional que parece ser el hilo que perpetúa los recuerdos sacerdotales de la vieja colonia mexicana. Hay que advertir que en Tixtla, la población de indios domina por su mayoría, por sus riquezas, por su altivez y por su inteligencia en todo género de agricultura.
"Este dominio es tal, que la lengua misma de los españoles fué influida al grado de que no puede llamarse castellana allí, pues sobre cien palabras que un habitante de origen español pronuncia, cincuenta, son aztecas y cincuenta españolas."
Esta Red de agujeros quería contar la historia del país desde el Sur al cual pertenece Tixtla y fracasó.
F:jJf-
sábado, 16 de mayo de 2020
El Sostén del Cielo y sus cenizas
Por razones que el texto no aclara, la imagen es de un jefe sioux. |
En 1763 el jefe Pontiac y sus médicos-profetas recibían el mensaje del Amo de la Vida y lo lanzaban al viento: los blancos no son huéspedes de un momento; han llegado para hacerse amos de todo y es preciso liquidarlos. Pero veinte años después sus palabras no habían alcanzado el nuevo reto que se abría a la colonización, donde se instalaron los Taylor. Qué de extraño. El de los indios de Norteamérica es un mundo. Un mundo de leyes particulares, con su par de continentes separados por el río Mississippi, y sus países a montones.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Santa Utopía
-¡Huevo de gallina, no de granja! ¡En Espinal hay hombres, no chingaderas! -refiriéndose al hombre pequeñito, de voz aflautada que acaba de salir de prisión y encabeza la marcha: Demetrio Vallejo.
Es el sábado 12 de mayo de 1972 y cuantos hay allí llevan un mucho acunadas y otro mucho a cuestas dos o tres décadas de trabajos por Utopia, que no está en el santoral ni tiene altares en la Iglesia de Salinas Cruz, cuya torre domina la vista, ni en ninguna más del Istmo de Tehuantepec, del resto del estado de Oaxaca o donde sea en el México de tercos rezos por ella apenas Hernán Cortés terminó su obra. A comienzos de 1959 ese par de mujeres sin duda estaba entre quienes defendían del ejército el local del sindicato ferrocarrilero, cabeza del gran esfuerzo de trabajadores y trabajadoras por deshacerse del monstruoso aparato corporativo construido para ellos.
- 0 -
Una mañana de otoño de 2009, en Saltillo comparto un cuarto de hotel con Alfredo Domínguez, un antiguo trabajador de la metalmecánica que lleva medio siglo organizando luchas sindicales y a quien conocí en los tiempos de aquélla marcha ferrocarrilera. Sin duda sabe cuánto lo respeto y mientras nos vestimos vuelvo a dar gracias por la oportunidad de estar de nuevo con él y su gente.
Le hablo del desbordado optimismo que vino el día anterior en la conmemoración de treinta y cinco años de la ejemplar lucha de CINSA-CIFUNSA en esta ciudad, y de las charlas con Nelly Herrera, con María, su hermana y la hermana de Isaías.
-Almirante -le digo-, esas mujeres parecen cristianas primitivas. Ni su abuela las detendrá jamás en la búsqueda de la utopía.
Sonríe de esa especial, como misteriosa manera qué tiene, y suelta una de sus geniales frases:
-Llegará un día en que los cristianos se coman a los leones.
lunes, 29 de julio de 2019
¿Se puede decir Adios?
También se asiliaron aquí judíos, principalmente polacos, y comunistas alemanes que semicompletaban un largo periplo, pues volverían a su tierra tras el muro de Berlín.
-0-
Mis agrias discusiones con mamá cuando regresó al pueblo natal eran de fantasma a fantasma, pues debió reinventarse desvaneciendo en una suerte de limbo sus treinta y seis años mexicanos, como una vez hizo con los treinta y dos anteriores.
jueves, 7 de febrero de 2019
Desdicha
Los exilios mueren de pena, por ejemplo. Y con ellos, hombres, mujeres y niños a millones dejados atrás sin vida, bajo tortura, en infectas cárceles. España, Alemania, Polonia, Chile, Guatemala... durante el siglo XX.
Escribí algo que ustedes leyeron y deberían conocer también esto: