sábado, 11 de junio de 2016

Abuelo

La primera hermana del abuelo sirve en la finca de un médico. El ama es remilgosa y malhumorienta, un día llama Guarra a la niña, que se acerca al hogar de la familia, entre llantos se sincera con la madre y da marcha atrás. La mañana siguiente Belarmino, con doce años encima, es enterado del asunto y no duda: va a buscarla, dice cuatro verdades a los patrones y la saca para siempre de allí.
Los cuadernos traen una y otra vez a colación a mi abuelo, en ocasiones bromean con él y sobrentienden su historia. 
A mis ojos esa anécdota que acabo de contar es clave. La familia trastabilla económicamente y por salvarle el orgullo el muchachito le arranca un ingreso. Los progenitores callan al parecer, digo, pues en la selección de recuerdos no hay protestas por ello y el respeto al abuelo apenas muchacho encaja con cuanto sé. 
Sandalio y Cándida, sus padres, presumo otra vez, tienen enormes dificultades para entender la vorágine industrial, así sea un alivio extraordinario en vidas que estaban condenadas a repetir viejas miserias.